La pintura de Filogonio Naxín es una expresión potente y libre de formalismos. Un acto de resistencia, una defensa de la cultura y la lengua mazatecas, dice él, pero también una invitación que se vale de explosivos colores y seres fantásticos, por momentos grotescos, para cuestionar la naturaleza humana y la relación que mantenemos con los otros y el entorno.