Con perfección y delicadeza los artesanos mexicanos hacen filigrana con técnicas “en peligro de extinción”. Como si estuvieran en un quirófano, requieren de concentración y destreza para ejecutar una intervención sumamente complicada, pues un error milimétrico podría provocar la agonía de su obra.
“Siempre me preguntan: ‘¿Por qué si tienes unas manos tan grandes, logras hacer joyas tan finas?’, dice entre risas Cándido Santiago (Juchitán de Zaragoza, 1981), cuyas extremidades se transforman en una singular herramienta para fabricar dijes de flores, aretes con forma de mariposa y tréboles, entre otros diseños tradicionales.
Santiago es uno de los 12 alumnos que proceden de distintas entidades y que participaron en el programa trimestral de formación de filigrana –técnica decorativa que data de 2500 aC– que ofreció el Centro de las Artes de San Agustín (CASA), en Etla, Oaxaca. “Las técnicas de filigrana que estudiamos se enfocaron en Oaxaca, Chiapas y Yucatán. Uno de los requisitos fue tener conocimientos previos”, explicó el también docente de uno de los módulos educativos en entrevista con La Jornada.