En 1918 me brindó la fortuna conocer a Gabriel Hernández Llergo. Un simpático doncel paraiseño de elegante figura, pulcro y de buen porte, alegre y mujeriego que atesoraba todos los atributos de la primavera, como un Aquiles efebo, un Alejandro varonil o un Antino de buena suerte, por quien las muchachas bonitas soltaban al viento suspiros de amor.
Desde entonces Gabriel Hernández Llergo me brindó su amistad, que al correr del tiempo llegó a ser mi hermano del alma; un verdadero hermano de la vida en el sentido completo de la palabra. Sin mimetismos ni petulancias.
En 1914, cuando triunfó la Revolución Constitucionalista en Tabasco, Gabriel tuvo la desgracia de perder a su padre, Don José Hernández León, un competente maestro de escuela que murió siendo próspero comerciante de Balancán, dejándole como herencia la obligación de ser el sostén de su madre, doña Matilde Llergo de Hernández, una santa mujer destrozada por el infortunio desde la pérdida de su esposo que al salir del mundo le dejó 5 hijos pequeños.
Esa obligación la compartió Gabriel con su hermano Jesús, porque el primogénito Regino, radicaba en México. Y, ¿cómo cumplir con ese deber fundamental, y precisamente, en aquellos momentos de convulsión revolucionaria cuando se apagaban los ecos de la balas y se encendían las pasiones políticas entre Rojos y Azules..?
Así vienen a mí aquellos angustiosos recuerdos empapados en lágrimas, porque hay que mezclar en la copa del néctar, gotas de llanto, para sentir en la entraña la impresión de la eternidad. Y desde entonces, estuve seguro, en sospechar que nuestra amistad tendría fuerte vinculación que sólo la muerte podrá destruir.
No cabe duda que la semejanza entre las personas vigoriza la amistad, inspirada por las mismas ideas y anhelos; por idénticos principios y costumbres; por los mismos gustos, placeres y sentimientos dando la impresión de pertenecer a una generación distinta de la especie humana. Y esto lo comprobamos Gabriel y yo, desde el primer día que nos conocimos. Fue la mutua correspondencia de una amistad verdadera, con la nueva vida que brinda la legítima amistad. Leal, inconmovible, genuina y única.
Y entre sus amigos preferidos: Rafael Gazca, Gonzalo Vadillo, Darinél Suárez, Pancho Gamas, José Luis Sastré que le decía “Zamná”, Tincho Payró Noverola, Nicanor Ocaña, Chuchito Dueñas, el chelo Efraín Iduarte, los veracruzanos Manuel Montalvo y Manuel Figarola, Pepe Priego, Fito Vadillo, el trovador Dieguito Ramos y el gran Pancho Ortiz.
Al triunfo del Gral. Carlos Greene, Gabriel fue jefe de la mesa de Hacienda en la secretaría Gral. de Gobierno, siendo titular el Gral. José D. Ramírez Garrido. Entró a la burocracia firmando varios lustros en la nómina (Es un error vivir fuera del presupuesto “dijo César Garizurieta*) Cuando Garrido Canabal defendió la legalidad” en septiembre de 1919, Gabriel lo acompañó hasta la barra de Santa Ana –hoy Sánchez Magallanes- y cuando temporalmente triunfó en Tabasco el movimiento “Delahuertista”, nuestro amigo cayó en la cárcel y los vencedores lo hicieron barrer las calles de Villahermosa. Por eso cuando el Gobierno recuperó el mando, lo nombró “Juez Único” del régimen “Garridista”.
Siendo secretario del Tribunal Superior de Justicia en Tabasco, se inscribió en la facultad de Jurisprudencia, perseverando hasta alcanzar el doctorado en Leyes. Y al fundarse la revista “Hoy”, Gabriel sufragó los gastos de instalación. Entretanto.
Ante los obstáculos de la vida, se ha sobrepuesto a todos los quebrantos de la existencia, rompiendo los desencantos que le llegó con la ancianidad, logrando levantar la antorcha excelsa de una perenne vitalidad, sin olvidar que en las religiones los dioses viejos son los que marcan con su experiencia el derrotero de los hechos y fijan el signo augusto del destino humano.
Y como humano, Gabriel sufrió la pérdida de sus padres. La de un hijo pequeño, cordero inocente que es ofrenda predilecta del Señor- después la muerte de sus hermanos Regino y Rosita, y últimamente su hija Matilde de alma dolorosa y espíritu agobiado. Todos llenaron de luto su corazón y de lágrimas sus ojos.
Hoy felizmente Gabriel goza de tranquilidad de una paz hogareña, con el amor de su esposa –la Gloria en la Tierra- y el cariño de sus hijos; los legítimos herederos de la prolongación de su apellido con su característica, su enseñanza y virtudes.
Por eso venimos desde la Metrópoli para justificar, con nuestra presencia. El homenaje a sus 80 años de edad. Para estar junto al corazón del hermano querido; con la ofrenda cariñosa de la estimación, con el perfume de nuestro querido y el profundo amor de la amistad. Y estamos presentes en esta octava década, en que los ensueños se truncan y las energías desfallecen, porque se han extinguido las aspiraciones de la vida; en estos momentos desolados en que los cuerpos se encorvan, como si trataran de aproximarse a la tierra, que como madre amorosa nos recibirá en su seno para siempre.
En cambio el hermano Gabriel ha vencido todos los obstáculos de la existencia. Se ha sobrepuesto a todos los quebrantos de la vida, y ha sabido romper todos los desencantos inherentes a la ancianidad. Por eso es confortante ver a un anciano, lleno de luz y esperanza, empuñar su escudo y tremolar su bandera para retar al destino, sin consentir ser un vencido sustituyendo la debilidad física con la invencible fortaleza moral. Por eso leyendo a la Ilíada nos entusiasma Aquiles; amamos a Diomedes y admiremos a Odiseo.
Y en el presente homenaje a Gabriel no necesito comprobar nada, porque el paraiseño supo cumplir como hombre, fue leal como amigo y tabasqueño digno de México y su vida tranquila, sencilla y sin complicaciones, tiene adquirida la más alta jerarquía y lugar distinguido en la vida social. Y no ha menester comprobarlo, porque lo respaldan las ejecutorias de incansable lucha que establece la jurisprudencia del desinterés y la satisfacción, abrillantada con el resplandor de la existencia.
Y hoy que cumple 80 años de vida con la mente sana, el corazón limpio y el espíritu en llamas, solo nos resta recordar el seráfico anhelo como oración desprendida del santo rosario de Nervo el Amado.
“Quien debe como el Cínico el agua con la mano.
Quien de volverla espalda al orgullo es capaz.
Quien ama sobre todas las cosas al Arcano
Ese es el victorioso, el fuerte, el soberano,
Y no hay paz comprable con su perenne paz”
Y que Dios te bendiga, hermano Gabriel
- César Garizurieta. Nació en Tuxpán, Veracruz el 19 de julio de 1904
Después de nacer en su natal estado de Veracruz, fue apodado como el tlacuache y fue muy amigo en su juventud, de quien fuera presidente de México, Miguel Alemán.
Murió en la Ciudad de México en 1961. (Nota de RN)
José Bulnes Sánchez
19/03/1895-17/09/1987
Pepe Bulnes nació en San Juan Bautista (hoy Villahermosa). Primer Cronista oficial de la ciudad de Villahermosa, cargo que fungió hasta su muerte. Dicho nombramiento fue otorgado en septiembre de 1966, siendo presidente municipal de Centro, Oscar Quintero Martínez de Escobar y Manuel Rafael Mora Martínez, gobernador de Tabasco.